De la seguridad nacional a la seguridad ciudadana: explorando nuevas experiencias de organización comunitaria
Al tiempo que Javier Sicilia y Julián Le Barón hacían en San Luis un llamado profundo a no responder con violencia a la violencia de Estado, la policía federal allanaba las instalaciones del Centro de Derechos Humanos Paso del Norte, en Ciudad Juárez, ocasionando destrozos y hurgando los expedientes de los casos que dicha organización lleva, entre ellos denuncias contra integrantes de la PFP. El argumento es una supuesta persecución a un narcomenudista y una equivocación en la información, o sea, “perdón nos equivocamos de lugar”. Sin embargo, este hecho no es fortuito y no podemos verlo sino como una señal clara de la manera como el gobierno va a enfrentar la demanda de la Caravana del Consuelo y de todas las organizaciones (Paso del Norte, una de las fundamentales) que a lo largo de la ruta del dolor se han sumado piden el fin de la guerra, el regreso del ejército a los cuarteles y un nuevo enfoque de seguridad para nuestro país y las comunidades.
Este es precisamente el segundo de los 6 puntos en torno a los cuales se está articulando el Pacto Nacional: Fin a la estrategia de guerra y asumir un enfoque de seguridad ciudadana que avance hacia un modelo de seguridad alternativo, basado en la reconstrucción del tejido social y que recupere las experiencias comunitarias autogestivas y la participación ciudadana en las colonias, barrios y unidades habitacionales. Implica un enfoque de derechos humanos que instituya mecanismos de protección a periodistas y denfensores/as, regule y evite que sucedan precisamente actos como el ocurrido en Ciudad Juárez con el Centro Paso del Norte, un claro acto de flagrancia que tiene que ser esclarecido y fincadas las responsabilidades.
La Caravana del Consuelo se interna más y más en territorios donde la violencia y la impunidad campean, y es imperativo que sea salvaguardada no sólo su seguridad (¡los federales la escoltan!), sino la de todas las organizaciones locales que participan en la organización de este caminar de paz hacia la justicia y la dignidad, toda vez que no es la única vez que esto sucede y se vuelve cada vez más común la agresión del Estado a las comunidades y grupos que se organizan para defender su autoría, sus derechos y su vida, frente a la violencia y criminalidad creciente.
Por la mañana del 6, compungidos por la partida, el contingente dejó San Luis Potosí para dirigirse a Zacatecas, donde la Coordinadora Zacatecana de la Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad, que agrupo a un buen número de organizaciones que se han sumado a la convocatoria nacional por la paz, dio la bienaventuranza a los hacedores de paz, como signo visible de que otra comunidad es posible y es la herencia de ésta y las generaciones venideras. Es aquí que nos encontramos en el corazón de la resistencia civil detonada por el llamado del poeta y hombre de fe Javier Sicilia, cuyas raíces están en el evangelio judeo-cristiano: la No-violencia activa, la certeza de que no hay camino para la paz, sino la paz es el camino (M. Gandhi). Es un cambio de paradigma hacia el sentido común que nos dice que no se puede hacer la paz a partir de la guerra y la violencia, y que no podemos responder a las provocaciones que quieren empañar esta lucha, “sacarla de sus casillas” y sumirnos en la interminable espiral de violencia del “ojo por ojo, diente por diente”.
La Caravana sigue diciendo no a la violencia, a pesar del miedo y la intimidación, a pesar de la indignación por el dolor cada vez más profundo y generalizado de las familias que han perdido a inocentes en esta irracional guerra civil donde los muertos, la mayoría de los muertos, los ponemos la ciudadanía.
Frente a esta tentación de la violencia, oponemos la organización ciudadana y popular, el acuerpamiento (ponernos cuerpo a cuerpo, acercamiento entrañable) de las comunidades que a cada intervención de las víctimas responden: ¡No estás sola! ¡No estamos solos! La experiencia de comunidad que posibilita una vía alternativa a la guerra y la violencia, es un ejercicio de escucha y de habla, de acompañamiento de nuestras soledades (consuelo) y aislamientos provocados por el miedo. Todas estas experiencias alimentan las reflexiones por la paz de las y los integrantes de la Caravana, e invitan a todos los corazones que acompañan su caminar desde muchas partes de México y el mundo a contribuir con análisis y propuestas, sabiendo que la firma del pacto y todo en torno a él son sólo el principio del camino.
Mil doscientos cincuenta kilómetros después del alba del 4 de junio, la Caravana llegó a Durango, con el ocaso que contrastaba con los ánimos del recibimiento: en esta ciudad hemos tenido la manifestación más numerosa e intensa del recorrido. Llegamos dos horas tarde, desde 20 kilómetros antes de arribar a la capital de uno de los estados más afectados por la violencia criminal y estatal varios contingentes nos esperaban para bienvenirnos y compartir su dolor. A pesar de la noche y el ambiente de temor y temblor, mucha gente se concentró en la calle principal que lleva al centro histórico de la ciudad, un número igual o mayor a la caravana misma.
El mitin más largo, que nos llevó casi a la media noche: víctima tras víctima rompían el silencio, y nuestro corazón ardía y se estrujaba y la garganta se anudaba. Durango vive el desgobierno total. Sus habitantes van de un día a la vez, con la conciencia acrisolada de que en cualquier momento una bala perdida o un acto criminal les puede arrebatar la vida, lo que algunas madres incluso agradecerían, para estar con sus hijos ya muertos o desaparecidos. Y la respuesta recurrente del gobierno local: “perdón, fue una equivocación”. Y el poeta llora con las madres, hermanas, padres, hijos. Gracias por el dolor y por el consuelo, nos repetían una y otra vez. Gracias por la convicción de que este túnel oscuro llega a su fin, en la medida en que crece también la convicción de que la solución está en nuestras manos, en nuestra capacidad de hacer propio el dolor ajeno, y unirnos para cambiar rumbos y actitudes. El testimonio de un ex-policía, que dejó el camino de la guerra para unirse al camino de la paz, nos confirma que sí se puede.
Después vino el agasajo, la alegría inherente al llanto, que duró casi hasta el alba. Los cuerpos cansados y las almas encendidas de gratitud compartida de ida y vuelta. Muchos duranguenses nos acompañaron toda la noche, también parra cuidarnos, que significa curarnos. El día 6 terminó el 7 y trabajamos arduamente por disipar el temor que acecha los corazones por los incidentes ocurridos y extremamos precauciones.
Caravana del Consuelo, 6 de junio de 2011
Centro de Estudios Ecuménicos
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