martes, 7 de junio de 2011

Del dolor a la esperanza: la caravana del consuelo rumbo al Pacto Nacional por la Paz en Ciudad Juárez

Cuatro de junio de dos mil once, el alba asoma en el horizonte al ritmo del palpitar de corazones afligidos por la muerte y la ausencia de quienes no debemos olvidar, pero también duelen la necedad y el cinismo de quienes se atreven a sostener o justificar el estado de guerra en nuestra patria, al costo de miles, decenas de miles, de vida inocentes. Es 4 de junio por la mañana y la caravana del consuelo inicia su recorrido hacia la reconstrucción pacífica de la justicia y dignidad en México.
De muchos puntos se han congregado para sumarse o acompañar de corazón (consolar) a las víctimas de la guerra de Estado y a quienes recorrerán con ellas miles de kilómetros para reavivar la esperanza en un camino pacífico de recuperación de nuestra soberanía, arrebatada tanto por el crimen organizado como por la corrupción del Estado y la voracidad de las industrias. Trece autobuses y un número igual o mayor de autos particulares repletos de expectativas diversas pero convergentes en un anhelo común: no a la guerra, sí a la paz con justicia y dignidad.
Primera parada: Ciudad de México, en el Ángel de la Independencia. A los muchos que eran, se suman más y más. Con mochilas, pancartas, consignas llegan estudiantes, profesionistas, luchadores sociales, gentes de fe, gremios, intelectuales, poetas… comparten miedos y gozos. Un sencillo y profundo acto conmemorativo recuerda a las hijas e hijos, padres y madres, hermanas, hermanos de todos los mexicanos, cuyos nombres ha querido borrar el mar de sangre que mancha nuestro territorio y nuestras ganas de un país mejor. Javier Sicilia vuelve a convocar a la solidaridad y a la dignidad, y mantiene su demanda al Estado por el fin de la vía militar.
Hacia el medio día, todo está listo para continuar el camino, y así sucede. Muchos van en los camiones, pero también muchos despiden con una promesa: nos vemos en Juárez, estaremos atentos, estamos con ustedes… o sólo dicen adiós o hasta luego con palabras, gestos, deseos. Otros desconcertados miran pasar y pasar camiones donde reza: por un México en paz con justicia y dignidad.
Desde la fe hay sentimientos encontrados, un mal sabor de boca por el silencio o colusión de las estructuras religiosas con la estrategia de guerra del Estado; surgen muchas preguntas para las religiones, preguntas sin respuesta o con desafortunadas posturas anti-éticas. Bien recuerda Pablo Richard que los pobres ya no luchan hoy solamente contra las clases opresoras y sus mecanismos de explotación, sino también contra los fetiches e ídolos de opresión del sistema dominante, donde se da la justificación religiosa de la guerra, donde los dioses exigen el sacrificio humano de gente inocente para alcanzar purificación y salvación. Es una fe perversa la que aún sostiene esto. ¿Qué le pasa a las religiones y sus prominentes líderes? ¿Cuándo el inocente, a quien deben proteger a toda costa, se convirtió en el costo de la liberación? ¿Qué le pasa al Estado que sacraliza la guerra y hace sacerdotes a sus ejércitos?
Existe en cambio otra fe, que hoy puebla los corazones de muchas y muchos, ante el hartazgo de la violencia y la impunidad. Una fe (religiosa y no) en lo humano, en la paz, en otro camino posible libre de violencia. Esa fe sostiene el camino y el caminar de la caravana del consuelo, e invita a despertar del letargo o del miedo, que nos arrincona, nos esconde del otro y al otro. No podemos justificar la violencia tanto como no podemos permanecer impasibles ante ella. Son cinco días de camino hacia el Pacto Nacional, que no es punto de llegada sino de partida. En este tiempo, hemos de sentirnos convocadas y convocados, interpelados, a tomar postura y sumarnos a esta lucha pacífica. Es una camino de reconciliación nacional, reconciliación de unos con otros, para salir de la apatía (que significa la negación del sufrimiento propio o ajeno) y sumar esfuerzos.
Hoy la fe y la esperanza se tornan fundamentales, sea que profesemos una creencia u otra, o ninguna; nada nos exenta de ser humanos, hermanas y hermanos. El caminar empieza, y no habrá un final deseado sin el apoyo de todas y todos.
Caravana del Consuelo, 4 de junio de 2011
Centro de Estudios Ecuménicos

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