Advierte el Centro de Derechos Humanos de La Montaña abusos a los derechos humanos
Por Martín Fuentes | Junio 10, 2013
ESTADO.- Hacinados,
sin seguro médico, prestaciones sociales o un contrato que los ampare,
cerca de dos mil indígenas mixtecos guerrerenses, la tercera parte de
ellos niños, trabajan de sol a sol en la cosecha de pepino, cebolla o
chile, jalapeño o serrano, por unos cuantos pesos, lo que podría
constituir violaciones a los derechos humanos, advierte Margarita
Nemecio, del Área de Migrantes del Centro de Derechos Humanos de La
Montaña Tlachinollan, Guerrero.
En
campos de León, Silao, Romita, Manuel Doblado y San Francisco del
Rincón, municipios de la región centro-oeste del estado es común, desde
mayo pasado, observar a adultos y menores de edad de ambos sexos
encorvados sobre una planta a la que arrancan su fruto, con rostro y
cuello cubiertos para protegerse de la exposición prolongada a los rayos
del sol, la característica imagen de los jornaleros migrantes, no es
exclusiva de zonas agrícolas del norte del país, también en campos de
cultivo de Silao y León se recurre al uso de mano de obra foránea.
El Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA) de la Sedesol,
brinda a hijos de jornaleros agrícolas hasta dos alimentos diarios por
un monto máximo de 480 pesos mensuales por niña, niño o adolescente
menor de 14 años de edad a fin de favorecer la asistencia escolar y
desincentivar el trabajo infantil agrícola.
En 2007,
empresarios hortícolas de Sinaloa firmaron un Pacto Económico para la
Erradicación de la Mano de Obra Infantil en la Agricultura, mismo que
fue ratificado ante la Sedesol, la cual cuenta con el Programa Monarca
para apoyar económicamente a familias que envían a sus hijos a primaria y
dejan de trabajar en los campos de cultivo.
Procedentes
de la región de La Montaña, en Guerrero, cientos de jornaleros
migrantes indígenas arriban a cinco municipios de la región centro-oeste
de Guanajuato, donde trabajan y viven en condiciones muy alejadas de
las que garantizan una vida digna y que necesariamente violentan sus
derechos humanos.
Es una zona donde abundan sistemas de riego por goteo o por aspersión, fija o móvil, y pozos profundos para extraer agua.
La
presencia masiva de trabajadores agrícolas indígenas procedentes de
otra entidad es, relativamente, un fenómeno reciente del cual no se
recogieron testimonios anteriores a 2011, y aunque no hay un censo, se
estima que este año arribaron aproximadamente dos mil, menores de edad
poco más de una tercera parte.
Muchísimo
menos de los más de 100 mil que cada año arriban a Sinaloa, pero
finalmente una cantidad significativa de personas que ameritan atención
por parte de autoridades a través de diversos programas para que vivan y
trabajen en mejores condiciones.
Foco de atención
Al
respecto, Isabel Margarita Nemecio Nemesio, del Área de Migrantes del
Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, Guerrero, comentó
que los jornaleros migrantes no se emplean con base en contratos
formales y eso da pie a una serie de violaciones que van desde la forma
en que son trasladados hasta los campos de cultivo hasta las condiciones
en que son albergados.
Los
indígenas guerrerenses se alojan en casas que rentan y en las que
pernoctan hasta 42 personas a ras del suelo, fincas de dimensiones
pequeñas por lo que cocinan afuera, con leña, en improvisados fogones.
El
hacinamiento también se da cuando son trasladados a campos de cultivo
en camionetas de diferentes capacidades, en las que desplazan a hombres,
mujeres y menores de edad.
“Para irla pasando”
Entre
300 y 400 entran a los campos sembrados de pepino, cebolla o chile,
jalapeño o serrano, y aproximadamente una tercera parte de los que
trabajan, son menores de edad, sin contar bebés a los que sus padres
tienen cerca de ellos, sobre el surco, ni a pequeñines que ya caminan y
se dedican a jugar en las orillas de la parcela.
“Nosotros
venimos porque hay trabajo”, comentó un jornalero indígena de Guerrero,
quien sobre el trabajo de niños y niñas comentó que si únicamente
trabajan los adultos, “nada más no alcanza para irla pasando”.
En
la cosecha de chile les pagan a 12 pesos la arpilla, más dos pesos
adicionales si también la cargan del surco a la plataforma del camión en
que será trasladada a centros de consumo, si es jalapeño, pero si es
serrano, más pequeño, por cada una que llenen y lleven al torton o al
tráiler reciben 25 pesos.
Con
ayuda de los pequeños, una familia puede llenar entre 25 y 30 arpillas
en una jornada que puede prolongarse de las 07:30 de la mañana a las
15:30 de la tarde, a un ritmo vertiginoso porque se trabaja a destajo.
Sin embargo, ese esquema es de palabra y, además, no cuentan con prestaciones sociales.
Sin prestaciones
No
cuentan con atención médica, y no asisten a la escuela los niños, que
salen de este estado con sus padres en octubre para dirigirse a otro
donde también puedan emplearse varios meses.
Sobre
todo en pequeños, la irritación de los ojos es notoria, y no se les
procuran espacios deportivos ni recreativos, además de que en los campos
agrícolas no disponen de sanitarios, ni de agua para consumo humano que
sus padres llevan en envases de plástico.
Para
completar el cuadro, las viviendas en las que viven adultos y menores
–las cuales rentan en un promedio de mil 300 pesos mensuales-
generalmente no cuentan con todos los servicios básicos.
Exigen intervención
Frente
a esa situación, ¿qué se tendría que hacer?, se preguntó Margarita
Nemecio, “pues sería justamente el actuar de las autoridades”, se
respondió ella misma.
Deben
intervenir las Secretarías de Desarrollo Social (Sedesol), del Trabajo y
Previsión Social (STyPS), el Instituto Nacional de las Mujeres
(Inmujeres), el DIF y la Secretaría de Educación Pública (SEP), dijo,
pero precisó que “cualquier estado receptor de mano de obra migrante,
tiene una responsabilidad”.
Afirmó
que lo ideal es que se impulsen programas de atención a migrantes
jornaleros indígenas con participación de los tres niveles de gobierno,
“y articular a la parte patronal, a quienes los emplean, y generar (de
manera conjunta) mejores condiciones de vida en el campo y que de ahí
pueda forjar otro tipo de condición laboral para los padres, hombres,
mujeres o adolescentes, y que dé margen de seguridad sobre todo para
menores de edad y también en el tema de mujeres”.
Por
su parte, Giovanna Battaglia, del Centro de Desarrollo Indígena Loyola,
de León, manifestó que desde hace casi un mes se reportó la presencia
de migrantes jornaleros pero que “hasta ahorita no tenemos notificada la
presencia de Sedesol en los campos” agrícolas para que levante un censo
que permita bajar recursos de la Federación.
Sedesol
maneja el Programa de Atención a Jornaleros Agrícolas (PAJA), el cual
considera apoyos económicos en alimentación, educación, promoción de los
derechos humanos, infraestructura y servicios básicos, al cual podrían
tener acceso los que arriban a la región centro-oeste de este estado.
Esa
es la intención del Centro Tlachinollan de Derechos Humanos y del
Centro de Desarrollo Indígena Loyola, aunque desde hace más de una
década, la antropóloga Marisol Melesio Nolasco, entonces Visitadora
Adjunta en la Cuarta Visitaduría General de la Comisión Nacional de los
Derechos Humanos, advirtió que “contiene una serie de planteamientos muy
ambiciosos, pero no tiene capacidad económica, de personal y, a veces,
política para implementarlos”.
Eso
ocasiona “que atienda, de manera parcial y asistencialista,
fundamentalmente a los jornaleros asentados en las grandes regiones de
atracción, principalmente Sonora, Sinaloa y Baja California”, expuso.
Suplen a la autoridad
Por
lo pronto, frente a la ausencia de participación de autoridades en la
atención a migrantes jornaleros indígenas, ambos organismos de la
sociedad civil, con apoyo de Bomberos y de la Universidad
Iberoamericana, llevaron ayer una brigada de salud a campos agrícolas
para hacer una revisión sobre todo a menores de edad. Sin embargo,
Giovanna Battaglia reconoció que “si no se planean acciones para el
siguiente año, vamos a tener violaciones a derechos humanos de todas y
todos los jornaleros que vienen a trabajar a este estado”.
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