El ritmo de las mujeres

Llegamos a la comunidad de Zaragoza municipio de Ollintla, ahí hay una máquina de excavación parada  en la mitad del camino, no sorprende mucho, puede estar en reposo por que el jornal ya acabó, pero este no es el caso, la máquina esta parada porque los habitantes no le permitieron la entrada a su comunidad e hicieron un plantón porque no quieren vender su tierra pues como dice Miguel "sabemos que sí nos prometen trabajo no nos lo van a dar, los ricos quieren nuestra tierra, somos campesinos, cultivamos café, maíz y de eso vivimos, tenemos derecho de defendernos"

A lo lejos se escuchan aplausos, volteo y nadie está hablando, los aplausos siguen por unos segundos, después se hace un silencio donde se escuchan los grillos, los perros y los niñ@s, pasan unos segundos y se vuelven a escuchar los aplausos, busco si acaso vienen de la asamblea en donde se está discutiendo un no rotundo a la presa se grupo México, pero nada.

Camino unos metros, me encuentro con las mujeres de la comunidad, jóvenes, adultas y ancianas están unidas en un solo ritmo que acompaña, arrulla y cobija el cómo resistir ante las presiones de los empresarios, estos aplausos dan forma a las tortillas que alimentaran a propios y extraños.

Las mujeres unidas en este ritmo están atentas a la reunión sonrientes, trabajosas, combativas...una de ellas deja de aplaudir  y rápidamente avisa a las demás que vienen los trabajadores de la empresa y me dice "sácale foto" para que sepan que sabemos lo que están tratando de hacer", le tomo la foto rápidamente, y ella se vuelve a unir al ritmo de las demás.

Su ritmo no toma el micrófono y aún así  comentarios entre ellas es un Si por la vida de sus comunidades.

Su ritmo carga a los bebés que pronto serán, si así lo deciden, los y las próximas campesinas y campesinos con una herencia de resistencia y de lucha para que la voz de la tierra no callé jamás.

 Su ritmo no calla, no cede, es una ola de mar que avisa su presencia para llevártela en la piel. Su ritmo me arropa en la luna de Olintla.

Ana Paula García Valeriano