De Tlachinollan tomamos esta nota :
El
 sábado 5 de enero de 2013 como a las 11 de la noche, el ciudadano 
Eusebio Alvarado García, comisario de Rancho Nuevo, municipio de 
Tecoanapa, fue sacado por la fuerza de su domicilio, por personas que 
pertenecen a los grupos  delictivos que pululan en la 
región de Ayutla. Eusebio recién llegaba a su casa con la noticia de que
 había sido elegido como segundo comandante de la policía comunitaria. 
Esa tarde hubo una asamblea regional de autoridades  en El Potrero,  perteneciente también a Tecoanapa, donde estuvieron  representantes
 de otros municipios como Cuautepec, San Marcos, Cruz Grande y Ayutla. 
Previamente, las comunidades de este corredor de la Costa Chica se 
reunieron para planear acciones conjuntas contra el crimen organizado, 
que desde hace años se ha enseñoreado como el flagelo de las comunidades
 indígenas y campesinas, a causa de la indolencia y  complicidad de las autoridades de los tres niveles de gobierno.
El
 malestar y la indignación habían crecido por el secuestro que 
realizaron contra un comandante de Ahuacachahue, municipio de Ayutla de 
los Libres. La gente logró identificar qué personas perpetraron esta 
acción delictiva. Días después, a causa de un conflicto magisterial que 
afectó a toda la comunidad me’phaa de Plan de Gatica,  el 
comisario municipal fue víctima de un levantón. La reacción inmediata de
 la comunidad permitió que su compañero fuera liberado en Acapulco. De 
igual modo, en sus investigaciones la comunidad  supo 
quiénes fueron los autores intelectuales y materiales. Lo más grave fue 
el asesinato de un ciudadano de esa misma localidad, acaecido el 26 de 
diciembre de 2012, a consecuencia del mismo conflicto magisterial.
Estas
 y muchas otras acciones delincuenciales que se multiplicaban tanto en 
las comunidades me’phaa y na savi de Ayutla, como las extorsiones, 
secuestros, cobros de piso y asesinatos  que a diario 
sufrían los comerciantes, estudiantes, maestros, vendedores semifijos, 
algunos taxistas, padres y madres de familia de las cabeceras 
municipales de Ayutla, Tecoanapa, Cruz Grande, San Marcos y Cuautepec,  encontraron
 eco en la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero 
(UPOEG), que por su trabajo cercano con la gente en esta zona, tuvo la 
sensibilidad, la inteligencia, la capacidad y el valor para hacer suyo 
este padecimiento de la población mayoritariamente pobre e indefensa. 
Ante la inminencia de que la situación de inseguridad  cobrara
 más afectaciones al patrimonio, la seguridad y la vida de la población 
indígena y mestiza, la UPOEG en sus últimas asambleas, dejó a un lado 
los temas prioritarios de su agenda  (como la denuncia 
contra los altos cobros de las tarifas de luz o la demanda de obras de 
infraestructura) para poner en el centro de sus preocupaciones el clima 
de violencia e inseguridad implantado por los poderes fácticos de la  delincuencia.
Con
 un trabajo fino y minucioso de inteligencia ciudadana, lograron contar 
con una radiografía clara sobre el modus operandi de la delincuencia: 
sus centros de operación, aliados, contactos, informantes, cómplices, 
casas de seguridad, etc. Con estos insumos,  las comunidades tomaron la determinación  de
 asumir la autodefensa para garantizar una verdadera seguridad 
ciudadana, corriendo los riesgos que implica enfrentar con sus armas 
(varias de ellas desvencijadas) a quienes estaban causando daños a la 
población. Se apostaron en los mismos lugares donde aquellos  acostumbraban
 operar, instalaron retenes, revisaron los vehículos, detuvieron a 
quienes lograron identificar como miembros de esos grupos, decomisaron 
armas, y tuvieron que accionar su precario armamento ante una persona 
que se opuso a ser revisada y que intentó accionar su pistola contra los
 que estaban al frente del operativo.
En
 cuestión de horas, los responsables de buscar al comisario dieron con 
su paradero. Ellos, en lugar de amedrentarse por esta acción 
intimidatoria, encontraron la piedra de toque que detonó en un 
movimiento de autodefensa armada que los obligó a tomar en sus manos la 
seguridad de la población. Ese mismo domingo de Reyes llegaron a Ayutla 
alrededor de 800 policías que de inmediato  se colocaron en
 puntos estratégicos para contrarrestar cualquier reacción de los grupos
 de la delincuencia. Asumieron el mando para imponer el orden y detener a
 quienes estaban identificados por la población como los perpetradores 
de crímenes.
Sin
 proponérselo, los 800 policías que llegaron portando armas 
rudimentarias y una indumentaria sencilla (que nos hablan de su precaria  situación
 económica), demostraron a las autoridades y a la sociedad en su 
conjunto, que es el pueblo decidido y organizado de manera autónoma, el 
que es capaz de imponer el orden y devolverle la seguridad a la gente 
trabajadora. Este movimiento de autodefensa armada ha  alcanzado
 un poder inaudito en el estado y en el país, porque es un ejemplo 
palpable de lo que realmente tenemos que hacer los ciudadanos y 
ciudadanas, para recuperar la seguridad perdida.
Las
 autoridades para que puedan nuevamente ganarse la confianza de la 
gente, tienen la obligación de corregir el rumbo, de rectificar sus 
políticas y de reconocer que han fracasado y fallado a la ciudadanía, 
porque son cómplices de la tragedia que nos desangra como estado. La 
población percibe que varias autoridades trabajan para el otro bando, 
porque no actúan con contundencia contra la delincuencia que se 
encuentra enquistada en las mismas estructuras del gobierno. Los vicios 
añejos de la corrupción perviven y forman parte del engranaje que hace 
funcionar a un sistema de justicia y seguridad que se ha transformado en
 enemigo de la ciudadanía porque está encompadrado con los grupos de la 
delincuencia organizada. Este maridaje da pie a la vejación, al pillaje y
 a la devastación de una población asediada y sometida por el crimen 
organizado.
Por
 su parte, los políticos de banqueta ni por equivocación se acercan a la
 gente de estas comunidades que sufren los estragos de la acción 
delincuencial. Mucho menos se comprometen a reivindicar la lucha de los 
pueblos. Tampoco están dispuestos a respetar y reconocer los esfuerzos y
 aportes de los pueblos indígenas, que sustentan sus acciones en sus 
derechos colectivos reconocidos internacionalmente, y que los gobiernos 
los han vilipendiado. Más bien, las autoridades  desde sus 
palacios de cristal, se erigen en jueces y emiten veredictos 
condenatorios, pero no contra quienes han desquiciado la vida de la 
población, sino contra los mismos policías que defienden al pueblo y que
 les están haciendo el trabajo gratis a quienes siguen disfrutando una 
vida regalada, con sueldos onerosos y ofensivos.
Ahora
 el gobierno del estado vuelve a repetir lo que ya hizo con los 
pobladores de Huamuxtitlán y Olinalá; les pide a quienes han ejercido la
 autodefensa que depongan sus armas, que desistan de su afán de poner 
orden y de ya no detener a quienes han delinquido. Piden, como lo 
hicieron hace 18 años con la naciente Policía Comunitaria, que entreguen  los
 detenidos al Ministerio Público para que inicie las investigaciones. 
También los persuade para que se regresen a sus comunidades y les 
promete que vendrán los salvadores de la patria con el programa de 
Guerrero Seguro. Los atemorizan con el panfleto legaloide de que están 
cometiendo delitos y de que se están haciendo acreedores de alguna 
investigación de tipo penal.
Esta magnanimidad gubernamental es la otra cara de la  perversidad
 y complicidad, porque no se busca resolver de fondo los problemas de la
 inseguridad ciudadana, ni hay la intención de destruir toda la red de 
complicidades e intereses ocultos y enraizados en las mismas 
instituciones gubernamentales. La depuración y profesionalización que en
 todo momento ha demandado la sociedad de las corporaciones policiacas y
 de la misma Procuraduría de Justicia es un asunto de Estado, intocado. 
Toda la línea de las investigaciones ministeriales se ha desvirtuado 
porque ha devenido en mera simulación y charlatanería.
Este
 domingo las comunidades volvieron a ejercer su derecho a la consulta 
para tomar las mejores decisiones que redunden en beneficio de los 
ciudadanos y ciudadanas. Su repliegue es táctico, porque saben que el 
programa Guerrero Seguro no es la panacea. Por el contrario, puede 
significar un riesgo mayor, porque ninguna autoridad civil les garantiza
 que van a respetar los derechos humanos y  que tampoco van
 a implantar una ley marcial que genere más temor, y que por lo mismo 
inhiba, desmovilice y criminalice a la población que se organiza y 
defiende su derecho a vivir seguros.
Este
 aprendizaje de suma valía ha quedado registrado en la memoria de las 
comunidades. Su tesoro más preciado es que han constatado todo su 
potencial social y político. Se han reencontrado con  su 
poder que es inquebrantable y que su fuerza es indoblegable. Estos 
bienes intangibles son ya parte de su patrimonio y su mejor capital 
comunitario. Por esto mismo, ya no están dispuestos a obedecer 
ciegamente ni a creer ingenuamente en las autoridades. La sumisión es 
otro capítulo de una historia infame, donde los gobiernos se burlaron y 
pisotearon la dignidad de los pueblos. La  confianza ya no 
se puede depositar de manera acrítica en las autoridades que no han 
demostrado compromiso ni han honrado su palabra. Por ello, se mantendrán
 vigilantes y en pie de lucha, para monitorear la actuación de los 
nuevos responsables de la seguridad. Las comunidades sabrán decidir en 
qué momento tomarán nuevamente en sus manos la responsabilidad de 
brindar seguridad y garantizar justicia, aplicando sus propios sistemas 
cosmogónicos fundamentados en los derechos colectivos de los pueblos 
indígenas internacionalmente reconocidos.
Lourdes chavez, 13 de enero, Chilpancingo, Gro. EL SUR
Consideró que este movimiento (el tercero, después de Olinalá y 
Huamuxtitlán en la región La Montaña) es un síntoma de la descomposición
 que existe en las corporaciones encargadas de la prevención y de 
investigar los delitos y la ineficacia del Estado para garantizar 
seguridad y justicia. “Obviamente, si los ciudadanos toman las armas para hacer valer la ley 
del pueblo, es producto del hartazgo, del llegar al límite de la 
paciencia de la sociedad que espera que sus autoridades actúen”.  
Agencia EFE, 11 de enero. MVS NOTICIAS 
Desde el día del inicio de los operativos en busca de criminales y la 
instalación de los puestos de revisión han logrado la captura de 37 
presuntos sicarios y halcones, como se les conoce en la zona a las 
personas dedicadas al narcomenudeo.
 
 
 
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